Lliteratura

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Les hestories pequeñes son les úniques que pues lleer milenta vegaes...

martes, septiembre 4

"Mirada de serpiente" Parte IV

Uno no es lo que es por lo que escribe, sino por lo que ha leído.



El ligero sol invernal comenzaba a dirigir sus rayos hacia mí, lo justo para molestarme en los ojos pero también para calentar ligeramente mi piel, comencé a pensar en varias cosas diferentes, pero todas a la vez y en el mismo segundo, qué cosas tiene la mente humana, lo que es capaz de hacer, que parece tan simple pero que dista mucho de ser verdaderamente simple. Adelaida me dio la mano al ver que llevaba ya un notable período de tiempo concentrado en mí mismo y ausente para el mundo exterior, si hubieran dicho mi nombre seguramente no hubiera sido consciente.

Habían transcurrido ya unos diez o quince minutos y nosotros seguíamos esperando las consumiciones. Había personas en otras mesas que, al no estar atendidas, se marcharon, otras personas aprovecharon la ausencia del camarero para abandonar el establecimiento sin pagar.

-Voy a entrar al bar, a ver si me oye llamando desde la barra, porque Derek y yo deberíamos ponernos en marcha, además no creo que les haga mucha gracia ver que han perdido un montón de consumiciones.- Adriana parecía, al igual que todos, bastante enfadada por el comportamiento de algunas personas, en mi opinión, sin escrúpulos.

Adriana tardó un rato en regresar, venía acompañada del camarero. A medida que se acercaban no le quité la vista de encima al hombre, que parecía llevar consigo una triste expresión. Mi suposición se confirmó cuando nos repartió las bebidas, el hombre tenía los ojos hinchados y vidriosos, le acompañaban una nariz ligeramente rosada y unas mejillas humedecidas.

-¡Vaya! Se me ha olvidado la Valeriana, moza. Lo siento, ahora mismo te la preparo.

El camarero se dio la vuelta y se encaminó al bar.

-Al entrar le llamé y, como nadie me contestaba, me asomé a la cocina y le vi inclinado sobre la mesa y apoyado sobre sus codos, estaba llorando a mares… Nada más verme se secó rápidamente las lágrimas con un mandilón y me pidió disculpas por la tardanza, ¿qué le habrá pasado?- Todos nos miramos entre nosotros, pero nadie dijo nada. El camarero volvía con un recipiente metálico que contenía la infusión de Adelaida, la colocó sobre la mesa y después puso en el centro una cazuela de barro con un revuelto de chorizo y huevos, al más tradicional estilo rústico y montés.

-Invita la casa. Son mis disculpas por haberos hecho esperar tanto, chicos.

Apoyó sus manos en los hombros de Adelaida y Adriana como signo de disculpa y de amistad. Con el rostro apagado, apenas sin expresión se dispuso a regresar al bar.

-Oiga.- Derek llamó al camarero- Ya no queda nadie en la terraza ni tampoco dentro, siéntese con nosotros, por favor.- El camarero al oír esto esbozó una ligera sonrisa que hizo aflorar las dos últimas lágrimas salientes de sus ojos.

El hombre cogió una silla de la mesa de atrás y, sin decir nada, se sentó entre los chicos.-Gracias.- Dijo el hombre con un tono de cansancio. Se hizo un pequeño período de incómodo silencio hasta que mi curiosidad pudo conmigo: -Escuche, antes le hemos visto de bajón, ¿le pasa algo?

-¿Me podéis decir vuestros nombres, chicos?

-Adriana.

-Encantado.

-Derek.

-Encantado.

-Marcos.

-Encantado. Y tú Adelaida, ¿verdad?

-Sí, ¿cómo la ha sabido?- Adelaida sonrió y una luz le reflejó en sus suaves mejillas.

-Antes os oí hablar, cuando alguien tiene poca gente en el bar suele prestarles mucha atención.- Todos nos miramos entre nosotros. –Perdón otra vez por el retraso de las consumiciones, pero ya me entendéis a qué me refiero.- El hombre rió.

-Y, usted, ¿cómo se llama?- Dijo Adelaida.

-Manolo.

-Nombre muy asturiano.

-Sí, y mi hermano se llama Manuel.

-Perdone que vuelva al tema pero, el disgusto que tenía antes tiene algo que ver su hermano? Sólo es curiosidad… -Adelaida se inclinó ligeramente sobre él para hacerle sentir atendido. Nunca he sido celoso, pero aquello me incomodó un poco, pero, por qué, era un hombre entrado en años, se le notaba una futura calva, canas. No. Adelaida me amaba, yo la amaba. Quería darle un beso.

- A ver, mozos, os contaré una pequeña historia que os lo explicará todo. –Todos nos quedamos en silencio para prestar la mayor atención posible, el único ruido que se pudo apreciar fue el suave golpeo de la porcelana de la taza de Derek al contactar con el tablero de la mesa. –Mi hermano y yo somos los dueños actuales de este bar, taberna, restaurante, café, como queráis llamarlo. Pero antes era de mis padres, ellos fueron quienes lo inauguraron hace ya muchos años, no os puedo decir cuántos, sólo sé que ni mi hermano ni yo habíamos nacido. Mi madre se llamaba Candelaria, y mi padre Joaquín, así querían llamar a mi hermano, pero al final lo llamaron Manuel, creo que por mi abuelo. Mis padres eran dos montañeros de corazón, desde bien críos pisaban ya la montaña, y realmente se criaron allí.

-¿Cómo se conocieron?- Pregunté, realmente intrigado.

- Mi padre de joven era pastor, se conocía de memoria toda la zona desde la Canal de Amuesa hasta la Majada del Trave. Un día, estando él bajando la Canal de Amuesa para ir a buscar las ovejas se encontró con una moza en el camino, ella iba sola y parecía tener muchas dificultades para bajar el pedrero. En Amuesa, no sé si lo conoceréis pero, para bajar esa Canal, tienes que ser pastor, lo llevan en la sangre, cualquier otra persona, hombre o mujer, lo pasará muy mal para bajar, es muy peligrosa. Los pastores se lanzan desde el punto más alto del pedrero, mueven sus pies de arriba abajo, tal cual zapatillazos, con unos movimientos perfectamente medidos, no por unas cuentas matemáticas, sino por la costumbre, y alcanzan mucha velocidad, se deslizan por el pedrero de pie, y es como si fueran por un tobogán. De esta manera tardan pocos minutos en recorrer toda la Canal, sin embargo, un montañero o una montañera ha de hacer un largo y peligroso zigzag, por lo que tardan en bajar el pedrero unas seis o siete horas. Es una cosa increíble. Pues bien, mi padre ofreció ayuda a esa moza y esta aceptó, le agarró de las manos, la puso a su espalda y ambos se deslizaron canal abajo. Cuando llegaron a su destino ella le agradeció a él, y se despidieron, ambos pensaron que había sido una gran experiencia, pero llegaba el momento del adiós, y que posiblemente nunca se volvieran a encontrar, ella se despidió con una sonrisa y muy agradecida, él respondió con otra sonrisa. Se abrazaron. Se abrazaron como forma de despedida, en menos de cinco minutos descendiendo por el pedrero sin dirigirse palabra alguna se habían hecho amigos, habían conectado. Pero no merecía la pena entablar conversación más allá del agradecimiento, no pensaban que volverían a encontrarse algún día, sus últimas palabras salieron de mi madre “Gracias, Adiós” y ahí se separaron por primera vez. Pero unos dos años más tarde volvieron a juntarse, era invierno, Enero para ser más precisos. Mi padre bajaba el ganado a una zona menos peligrosa, pues con la nieve evidentemente no hay pasto posible para las ovejas, tuvo tan mala suerte que resbaló con una lámina helada que se formó en el suelo por el agua que llegaba de un pequeño arroyo. Se rompió la muñeca, le costaba levantarse, pero dio la casualidad de que por allí pasaba una escaladora en busca del refugio del Picu Urriellu, la escaladora encontró a mi padre medio hundido en la nieve y desorientado, casi inconsciente por la nieve que había caído sobre su cabeza. Le dolía. Avisó a uno de los pastores que vivían más abajo y este aceptó recoger el ganado de mi padre, aunque no se podía hacer nada por el que ya se había escapado, quizás algún día encontrase los cadáveres sepultados bajo la nieve. La escaladora consiguió llevar a mi padre al hospital más cercano, estaba agotada de cargar a hombros a un hombre ancho como mi padre, pero tenía una gran fuerza de voluntad. Una vez en urgencias mi padre quiso recuperar el sentido, abría los ojos vagamente y preguntaba sin cesar dónde estaba. La escaladora también tuvo que ser atendida por una hipotermia. A ambos los colocaron en la misma habitación. Mi padre recuperó toda la consciencia y le dio las gracias a la escaladora, ella se llamaba María. Mi padre siempre le estaría muy agradecido, no sólo porque le salvase la vida, si no porque poco tiempo después de ser ingresados, en la habitación entró una doctora. Aquella doctora les hizo unas preguntas a ambos, y se quedó mirando fijamente para mi padre, y este le respondió con otra entregada mirada.

lunes, abril 23

"El puente de Oslo"

Uno no es lo que es por lo que escribe, sino por lo que ha leído.

Antes de nada, ¡Feliz Día del Libro a tod@s! Hoy subo una historia bastante breve y que tiene lugar en Noruega. Por cierto, no tardaré mucho en subir la IV Parte de "Mirada de serpiente". Un saludo.


La hierba estaba escarchada por el frío y la humedad de la noche, sus pies se movían acorde con sus piernas aumentando cada vez más la velocidad, los bajos de sus pantalones se humedecían con cada pisada. Cada vez dejaba más atrás la vieja tapia y la iluminación de las farolas, adentrándose así en la penumbra.

Björn dirigió numerosas miradas a todo su alrededor, y centró la vista en un punto concreto, situado a unos cuarenta metros de donde se encontraba. Entonces sonrió.

Aceleró el paso, al llegar se sentó sobre la hierba. Sus ojos se humedecieron y su corazón comenzó a palpitar a más del doble de su velocidad normal, se inclinó para poder robarle un beso, pero se detuvo antes de rozar con sus labios un solo milímetro de su superficie.

-Estás muy fría. Deberías ponerte algo encima, tenía que haber traído mi chaqueta, pero ya sabes como son allí dentro, no les habría gustado saber que vine a verte, espero que tarden en darse cuenta de que falto. Es curioso, te tratan como si no existieses, pero luego te vigilan todo el día. Se puede decir que yo he tenido suerte, he hecho un par de buenos amigos, no sé exactamente lo que les pasa ni por qué están ahí, pero tampoco me importa, son buena gente.- Björn se tumbó completamente sobre el prado y sus cabellos se humedecieron, apoyó ambas manos sobre su pecho.- Agnethe, sé que no hablarás, pero tengo dudas, no sé si es porque no puedes o porque aún no me has perdonado. Sinceramente, yo nunca me perdonaré, pero me gustaría saber que puedo contar contigo, aunque tengo la sensación de que siempre podré. ¿Sabes qué? Nunca me imaginé una chica como tú, tan guapa, tan inteligente, tan sincera, tan atrevida. Esto no lo digo para que me perdones, no lo confundas, es lo que siento.-

Dirigió su mirada hacia el cielo, iluminado por un millón de estrellas, se acercó más  y suspiró.

-Siempre te he dicho que eras mi estrella. Estaba equivocado, estrellas hay muchas, tú eres algo más, eres mi Luna, la Luna siempre está ahí aunque no la veamos y es imprescindible, ¿sabías que las mareas dependen de la Luna? Claro, cómo no lo ibas a saber. Ahora que lo pienso, Marea, hubiera sido un bonito nombre para nuestra pequeña, aunque Zahra es precioso. Hace mucho que no me hablas de ella, qué pena da no saber si seguiría dando patadas, saber si la sentiríamos cada vez más cerca de nosotros. Me hubiera encantado llegar a conocer a Zahra, poder enseñarle junto a ti el fiordo, enseñarle a caminar y verla sonreír bajo las luces y los reflejos de la aurora. No ha nacido, no la he llegado a ver, pero sé que es guapa, se parece a ti. Tiene tus ojos y el color de mi pelo, una pequeña de ojos verdes y pelo negro, hermosa. ¿Recuerdas que decíamos que en cuanto naciera nos iríamos de Oslo? Para que pudiera conocer un lugar tranquilo, lejos de capitales y urbanizaciones tan agobiantes.-

Björn se puso en pie, estiró sus brazos y los músculos de su espalda. Acto seguido se arrodilló e inclinó la cabeza con una expresión  y una luz de sufrimiento en sus ojos.

-Me duele, en el fondo me duele mucho. Intento hacer como que no pasó nada pero no puedo, mi subconsciente tiene un límite y no puedo engañarme a mí mismo tanto tiempo. Necesito que me hables de una vez, no me ignores más. Necesito hablar contigo, necesito saber algo de nuestra hija, quiero conocerla. Quiero ser su padre, ¡soy su padre! Necesito saber cómo es mi hija. Necesito que todo vuelva a ser como antes Agnethe, yo te quiero, nunca dejé de quererte, y sé que tú tampoco. No quiero que todo esto termine por culpa de aquel maldito sábado, puesto hasta la saciedad de alcohol y Dios sabe qué más. Aún recuerdo el color de nuestro coche, era rojo como el carmín. Nos seguía otro lleno de gente, tenían la música más alta que la nuestra y no paraban de gritar. Tú en ese momento me dijiste que tanto ruido afectaría a la niña, y yo disminuí la velocidad para que nos adelantaran. Sabes que nunca me gustó conducir, pero tú insistías en que condujese yo, ponías la excusa de que era por el embarazo, pero sé de sobra que querías que me enfrentara a mis miedos, a mi miedo a la carretera. Por cosas así es por lo que me enamoré de ti. Yo bajé a los cincuenta kilómetros por hora, y ellos parecieron aumentar hasta los ciento treinta, sin control. Ese día deberías haber conducido tú. Y, ahora estoy pagado las consecuencias de lo que hubiera podido haberse evitado si mis manos hubiesen respondido ante el giro del volante.

Miró arrodillado al cielo, vaciló unos instantes, un par de lágrimas arrollaron desde sus ojos hasta su barbilla.

-Agnethe, no puedo esperar más, no tengo anillo, pero no lo necesito, no lo necesito para esto, Agnethe te amo, te amo más que a mi propia vida, por ello te quiero preguntar aquello a lo que siempre nos hemos opuesto, pero que de todas formas quiero preguntarte ahora. Me encantaría habértelo pedido en aquel puente, aquel puente de los alrededores de Oslo en el que perdí el control, el puente en el que todo cambió. Pero sé que no podré hacer que volvamos allí, por eso te quiero decir Agnethe, tú, ¿quieres casarte conmigo?-

Las luces de los coches de policía comenzaron a iluminar el cielo y las sirenas irrumpieron el silencio de la noche. Se oyeron las voces de varios agentes dando a conocer la orden de búsqueda de Björn, éste pataleó enfurecido al suelo durante unos segundos.

-Agnethe, me vienen a buscar, ese aviso es para mí. Sé que ha sido muy fortuito, te dejaré tiempo para pensarlo, no tengas prisa, tienes toda la noche. ¡Cuida de Zahra, mañana te vendré a visitar de nuevo!, ¡Te lo prometo!-

Björn dejó sonar las sirenas de la policía mientras miraba el cielo iluminado, las luces de los coches parecían formar una aurora boreal en el cielo.

-Hasta mañana.- Björn se inclinó y besó el frío mármol, derritiendo con el calor de sus labios la escarcha formada por la humedad y el frío de la noche noruega.

Corrió en medio de la oscuridad, alejándose y dejando atrás todas y cada una de las sepulturas, la hierba crujía al contacto con sus pies, hasta que llegó a la que fue su entrada y con un pequeño impulso logró saltar de nuevo la vieja tapia.

jueves, abril 19

"Mirada de Serpiente" Parte III

Uno no es lo que es por lo que escribe, sino por lo que ha leído.




-Mi madre sí es alemana, pero sabes tan bien como yo que mi padre no.- La voz de Derek había cambiado totalmente de ser agradable y alegre a ser seria, fúnebre y acompañada de una mueca casi inmóvil pero que transmitía una gran frialdad.


Adriana sonrió de oreja a oreja, aunque me pareció una sonrisa falsa.


-¡Es verdad!, que tu eres mitad asturiano y hay que reconocértelo.- Adriana río tras decir esto y acarició el cabello de Derek, este le respondió con un beso en la mejilla.


En ese momento me sentí un poco incómodo, hasta entonces nunca me había dado cuenta cómo es estar enfrente de una pareja cuando se ponen cariñosos. Yo le di un beso a Adelaida, fue un impulso, algo así como una rabieta de niño de cuatro años del tipo “lo que veo lo quiero”.


Se oyó por detrás el golpe de una copa de cristal al apoyarse sobre una bandeja metálica, Derek le hizo una señal al camarero para que se dirigiese hacia nosotros. El hombre, un hombre muy bajito, delgado, y con una fina capa de pelo grisáceo prácticamente blanco caminó hacia nuestra mesa y, al llegar, dejó la bandeja sobre un macetero. Dio un suspiro de cansancio bastante exagerado y apoyó los puños sobre nuestra mesa, sonrió felizmente y sacó una pequeña libreta de notas. Era una libreta que captó mi atención, muy curiosa, la tapa estaba hecha de hojas unidas entre sí formando una capa muy gorda, las páginas estaban cosidas con una cuerda que se emplea para la fabricación de los embutidos.


-Vamos a ver, ¿qué quieren estos mozos? Vaya mochilas más grandes que lleváis, se ve que sois montañeros natos. Aprovechad ahora, que cuando lleguéis a mi edad como mucho podréis subir las escaleras de casa.- Le sonreí, parecía un hombre con miles de historias para contar. Pretendía encargarle mi consumición cuando, nada más abrir la boca, el hombre continuó su intervención.- Pero no os penséis cosas equivocadas eh, a mí me encantaba la montaña, de hecho me sigue encantando. El problema es mi limitación física, ¡Ay!, los años…-Miré hacia Adelaida, se estaba riendo, miré también a Derek y Adriana, que la estaban acompañando. Abrí la boca para intentar nuevamente pedir mi bebida, pero no pude.- Cómo me gustaría volver a ver de vez en cuando un rebeco o un par de cabras montesas. De cerca, claro.-


No estaba en absoluto molesto con el hombre, me hacía gracia de alguna manera esa situación, muy común en un ambiente pueblerino como ese. Pero esa risa me traicionó y se convirtió en una risa de tono lo suficientemente elevado como para que el hombre se diese cuenta de su motivo.


-¡Madre mía! Lo siento chaval, tengo la lengua muy larga y como me empiece a enrollar no paro, es lo que tiene ser tan viejo, que tienes mucho tiempo para hablar, entonces lo hago mucho, hablo mucho, además es que me encanta. Venga, al tema,  ¿qué queréis beber? Tenemos mucho para escoger, y parte es de fabricación propia.-El hombre sacó un trozo de papel muy arrugado de la parte trasera de su libreta de anotaciones.- Mirad tenemos zumo de naranja, si os apetece uno me dirijo ahora mismo hacia la huerta y recojo un par de naranjas, lo mejor es lo natural, ¿o no? Tenemos también zumos de más frutas, de manzana, de melocotón, de fresa, tenemos también mosto, y este último que ha hecho mi hermano está buenísimo.


-¿Tenéis café?- Pregunté- Sí, claro. Mira, tenemos café Espresso, café Espresso Macchiato, Espresso con Panna, café Latte, Flat White, aunque no es un café que reciba buenas críticas se lo advierto, café Breve, Mocha, Americano…Ah sí, y también el Capuccino de siempre. Luego preparamos nosotros mismos, con un café que trae mi hermano de Portugal  un carajillo que está para irse a la tumba voluntariamente. Es increíble las auténticas tonterías que se hacen con el café, y mira qué complicaciones para ponerle nombre a una bebida que no se consume en más de diez minutos… A no ser que pase, como pasa muchas veces, el caso del hombre o la mujer, o los amigos, o quienes sean que vienen aquí a pasar el rato y a cotillear, y están con un maldito café que les dura toda la tarde.- Era increíble qué labia tenía aquel hombre, pero cierto es que en todo tenía razón.


-¿Me puede poner un café con hielo? El café que no tenga leche si puede ser.- Pensaba y me imaginaba la sonrisa pícara que debía tener Adelaida a mi lado, sabía perfectamente que  yo nunca he bebido café, que no me gusta el café. Pero, después de todo aquello dicho por el hombre me sentí obligado por mi conciencia a pedir un café.


-Me temo que no va a ser posible chaval, se nos estropeó ayer el congelador y no tenemos hielo, es una avería que no pensábamos que nos fuera a perjudicar mucho ahora que estamos en invierno. Si es que a esto se le puede llamar invierno, por Dios, si no ha nevado nada de nada aún, solo hay un poco de nieve en las zonas altas de la montaña. Si llegase a nevar como ha nevado siempre sobre estas fechas no había tanto guiri ni tanto amateur por la montaña.


-Pues sí, eso pensé yo nada más llegar aquí.


-¿En la máquina de hielo?- El hombre rió para sí mismo y tras él también lo hicimos todos nosotros.- Bueno, ¿entonces qué quieres tomar?


-Ponme un zumo de naranja de ese que dices que exprimís vosotros.-


-Por supuesto, a ver…- Dijo con la tapa de un bolígrafo en la boca mientras apuntaba- Zumo de naranja, vale, ¿y tú?- Le hizo un gesto a Adelaida.


-¿Tenéis infusiones?


-Sí, claro. Mira, tengo además muchas clases, a ver, a ver… Tenemos Menta Poleo, tenemos Tila, tenemos también Manzanilla, Melisa, Té, Hinojo, Tomillo, Boldo, Salvia, Romero…-


-Póngame una Valeriana si tiene, por favor.-Adelaida sonrió.


-Problemas de insomnio, ¿eh? Te digo de antemano que esta Valeriana es mejor que otras y te hará dormir muy relajada.


-Eso espero últimamente me cuesta un poco dormir.- El camarero se retiró a por nuestras consumiciones. Me llamó la atención verdaderamente su talento para el habla, me empecé a imaginar a aquel camarero vestido de juglar de la Europa Medieval recitando hazañas en medio de una plaza. Sería el mejor juglar que habría habido nunca. Aunque, en realidad, no le había oído contar ninguna historia.

miércoles, enero 4

"Mirada de serpiente" Parte II

Uno no es lo que es por lo que escribe, sino por lo que ha leído.



Hola de nuevo. Por fin, tras un tiempo, vuelvo a subir algo al blog (que ya lo tenía abandonado).
Hoy subo la segunda parte de la historia "Mirada de serpiente" que, además, coincide con el inicio del segundo capítulo. Espero que os guste, ¡Un beso a tod@s!




Capítulo 2




Habíamos estado hace algún tiempo, la última vez que vinimos a la montaña en concreto, sentados en la terraza de una sidrería comiendo algo para lograr reponer las fuerzas que la montaña nos había ido arrebatando con el paso de los días que en ella habíamos pasado, a nuestro lado había otra pareja joven, ambos estaban sentados, dejando apartadas unas mochilas bien cargadas y con aspecto envejecido, del lateral de una de las mochilas sobresalía una bolsa de clavijas y ganchos necesarios para armar una tienda en alta montaña. La chica, de estatura media, tez bastante blanca y pelo ondulado de color marrón, sostenía entre sus pequeñas manos un libro cuyas pastas estaban bastante deformadas por la vejez, en el interior del libro, abriendo dos páginas a la par, mostraba un mapa de todos los macizos que componen los Picos de Europa.


Un mapa que llamó mi atención de una manera increíble, aquel libro me parecía familiar. Moví mi silla hacia un lado y estiré discretamente el cuello para lograr una mejor perspectiva del mapa pero, mi curiosidad hizo que perdiese la discreción con la que, en un principio, me propuse actuar. El chico que estaba junto a la joven me descubrió dirigiéndoles la mirada, en un primer momento este mostró una expresión de desagrado y de enfado, como quien pilla a un ladrón robando en una tienda. Pero debido a su rápido cambio de expresión me percaté de que se había dado cuenta de que no tenía ninguna intención más lejana que la provocada por la  curiosidad.


La reacción del joven fue de mi mayor agrado, acarició el brazo de su pareja y le susurró algo que no pude oír, esta se giró hacia nosotros y sonrió a Adela como señal de amistad. El joven nos propuso que juntásemos ambas mesas si lo deseábamos y así preguntarles lo que quisiéramos. Me pareció una acertada propuesta.


Adelaida y yo cogimos cada uno la silla en la que estábamos sentados para colocarlas. Debí hacer malos cálculos durante el desplazamiento, una de las patas traseras de la silla se enganchó entre las hojas y ramas de una enredadera que crecía desde el suelo y llegaba hasta el umbral de una de las ventanas del bar. El accidente provocó que se arrancasen dos hojas verdes unidas entre sí, las recogí de la pata de la silla y las guardé en el bolso de mi pantalón.



-Vaya, vuestras mochilas parecen pesar. Estoy segura de que sois dos montañeros, ¿No?- La joven rió suavemente, tenía los ojos de un color verde precioso.- Perdón, qué maleducada soy que no me he presentado, me llamo Adriana. Encantada de conoceros.



-Y yo me llamo Derek.-Dijo su acompañante, aún sujetando el mapa que inició el encuentro.



Él parecía bastante alto, no lo pude apreciar bien ya que estaba sentado. Tenía los ojos azules y el pelo rubio, tenía el aspecto de cualquier joven procedente de algún país del norte. Además su nombre Derek me recordaba al protagonista de una novela que tenía lugar en Alemania. La curiosidad mató al gato, por suerte yo soy una persona.



-Derek, encantado. ¿De qué país eres?- Adelaida me dio un fuerte codazo y frunció el ceño. -¡Marcos! Deberías saber ya que a veces eres demasiado brusco con las preguntas, a veces hay que aprender a callar.-Al principio pensé que estaba enojada, pero a medida que fue terminando lo dicho se le escapó una sonrisa. Una sonrisa de las que hicieron que me enamorase de ella.


Derek y Adriana rieron cómodamente ante el espectáculo que protagonizamos Adelaida y yo. Derek sonrió, nos miró a ambos durante un instante, luego dirigió hacia mí su mirada para contestar a la pregunta que había hecho.



-Aunque parezca mentira soy asturiano, nací en Cangas de Narcea. Al igual que mis padres.



-Bueno, pero tus abuelos eran alemanes Derek…- Adriana le miró y apoyó su mano sobre la de él. Derek dejó que su rostro mostrase una mueca de incomodidad frente a la aclaración de Adriana.


 Se hizo un silencio bastante molesto durante un par de minutos, todos estábamos cabizbajos y nos dirigíamos alguna que otra mirada bastante tímida, Adelaida y yo estábamos desubicados, pero Adriana y Derek sabían perfectamente el porqué de esa incomodidad.